«No debí hablarle de esa forma», pensó Gharel mientras caminaba por una
avenida.
A medida que iba caminando, su rostro reflejaba tristeza, ya que sabía que
el comportamiento que tuvo con su abuelito fue muy rudo. Pero a la misma vez
también sintió que no lo entendió cuando le dijo que su deseo era unirse al
Ejército de Mittelwelt.
De repente, Gharel se percató de que había llegado a un parque, donde solía pasar las tardes
con Yaku y otros niños del pueblo. Por unos segundos se quedó pensativo
mientras miraba el lugar, pero luego decidió entrar y sentarse en un columpio. Fue en ese momento cuando muchos
recuerdos comenzaron a pasar por su mente. Luego pensó: «Ahora que lo recuerdo, si no fuera porque mi abuelito me insistió aquel
día para que saliera de la casa, nunca hubiera venido a este lugar ni
hubiese conocido a Yaku y los demás...». Bajó la mirada y sonrió tristemente. «Realmente... me comporté como un tonto...».
Para aquel momento, el Sol ya se había ocultado.
Momentos antes, Jedrek se había quedado en el precipicio durante varios
minutos pensando en la discusión que había tenido con Gharel. Tenía una
mirada triste, ya que, al igual que su nieto, también sentía dolor por la
muerte de Yaku. Fue por eso que había decidido que lo más conveniente era
regresar a su casa y esperar a que Gharel volviera para que después pudieran
tener una mejor conversación.
Cuando Jedrek llegó a su hogar, el Sol ya se había ocultado.
Dentro de la casa, Jedrek se encontraba en una amplia habitación, que por
lo general era usado para entrenar en los días lluviosos y, además, tenía
una puerta de salida que conectaba con la parte trasera de la vivienda. Él
estaba enfrente de una repisa de madera y, mientras agarraba con su mano
derecha el documento que había recibido de la ciudad de Mittel, miraba con
nostalgia un marco de foto donde salía su hija cargando a Gharel cuando era
un bebé.
—Han pasado 17 años y no he podido cumplir con la promesa que te
hice, Yuriana.
En ese momento, Jedrek levantó el documento que tenía en la mano derecha
y miró fijamente una parte donde decía «Aceptado». Luego dejó el documento
en la repisa, volvió a mirar el marco de foto y dijo: «Sabes, dentro de
poco Gharel se irá...».
Bajó la mirada por un instante, pero luego la levantó y con una ligera
sonrisa dijo: «Realmente se parece mucho a ti. Es muy obstinado y rebelde.
Pero eso es lo que más me gusta de él, ya que me hace recordar a los días
en que tú y yo estábamos juntos».
Con su mano izquierda, agarró el marco de foto.
—En verdad, te fallé, hija. Yo... yo solo quería que él...
En ese instante, Jedrek cerró los ojos, respiró profundamente, golpeó
levemente su frente con su mano derecha y luego abrió los ojos y, con un
tono de angustia, dijo: «¡Aghh, maldición, ya ni sé lo que digo...! ¿Qué
se supone que debo hacer?».
Miró fijamente la foto.
—Lo siento. En verdad, lo siento.
Jedrek dejó el marco de foto en la repisa y con una firme mirada dijo:
«Aún hay mucho por hacer. Y por el bien de Gharel, debo mantenerme
fuerte». Su determinación aumenta. «Definitivamente me aseguraré de que
tenga un buen futuro».
Sonrió levemente.
—Nos vemos, Yuriana.
A medida que Jedrek se alejaba, se percató de un extraño ruido que provenía
desde la parte trasera de la casa.
«Esta presencia es...».
En ese instante, Jedrek miró a su izquierda, donde había otra repisa de
madera que guardaba su espada de tipo largo.
«Lo mejor será que me quede a su lado un poco más de tiempo...», pensó
Gharel, quien tenía una mirada decaída y se dirigía a su casa mientras pensaba en lo que le iba a decir a su
abuelito. «Además, hablé sin pensar, ya que ni siquiera tuve en cuenta su estado de
salud».
De repente, se detuvo y miró con nostalgia hacia arriba.
—Hoy el cielo está despejado... Esto me hace recordar a los días en que
Yaku venía a entrenar y se quedaba hasta tarde, y luego en las noches mi
abuelito nos contaba diversas historias... En verdad, aquellos eran buenos
tiempos.
Por un breve momento, Gharel contempló el cielo estrellado, lo cual, por
alguna razón, hizo que su corazón se calmara y sintiera una tranquilidad que
no había sentido en horas. Y cuando finalmente encontró un punto de
equilibrio consigo mismo, dijo: «Cuando lo vea, me disculparé. Y luego... sin importar lo que pase,
disfrutaré todo el tiempo que pueda para no vivir con
arrepentimientos».
Sonrió levemente.
—Eso fue lo que tu mamá me dijo que hiciera, Yaku.
En ese instante, Gharel hizo memoria y, al bajar la mirada, mostró una
expresión de preocupación.
—Ahora que lo recuerdo, ni siquiera tuve la delicadeza de ir a hablar con
la señora Yuria. —Se enfada consigo mismo—. ¡Aghh, demonios! Hoy realmente
me comporté como un idiota. Mañana mismo iré a verla.
Por unos segundos, se quedó en silencio. Luego pensó: «Hoy, en verdad, ha sido el peor día de mi vida. Han sucedido muchas
cosas..., pero tengo que ser fuerte, ya que es lo que Yaku hubiera
querido».
En ese momento, Gharel comenzó a caminar nuevamente mientras pensaba: «Por
ahora, debo regresar rápido y luego hablar con mi abuelito. De seguro debe
estar esperándome».
A medida que Gharel se movía más rápido, comenzaba a sentirse un poco más
aliviado. Y aunque el dolor aún persistía en su corazón, sabía que lo
superaría.
Mientras más avanzaba, más cerca estaba de llegar a su casa. Y justo cuando
terminó de atravesar los árboles que había a su alrededor, oyó una gran
explosión.
«¿Qué rayos fue eso?», pensó mientras se detenía bruscamente, cuando
segundos después oyó dos explosiones más. «Un momento. Esas explosiones provienen de...».
Con premura, Gharel corrió a toda velocidad. Y a medida que seguía
avanzando, su rostro comenzaba a reflejar angustia mientras pensaba:
«¡Maldición! ¡Esas explosiones provienen de la casa! ¿¡Qué diablos está
pasando!?».
En lo único que Gharel podía pensar en ese momento era en su abuelito. Y en
el instante que llegó a la casa, se percató que las explosiones provenían de
la parte trasera de la misma. De esta forma, se dirigió rápidamente hacia
allí. Y cuando llegó, vio a su abuelito empuñando su espada de tipo largo, y
al frente de él había dos personas con unas extrañas vestimentas que nunca
antes había visto.
—¡¡Abuelito!!
—Quédate detrás de mí, Gharel —dijo sin dejar de mirar a las personas que
tenía enfrente.
En ese momento, Gharel miró fijamente a los dos individuos que estaban
enfrente de Jedrek. Y mientras intentaba mantener la calma, preguntó:
«¿Quiénes son ellos, abuelito? ¿Y por qué te están atacando?».
Ante la pregunta de su nieto, Jedrek solo se quedó en silencio mientras
recordaba lo que sucedió minutos antes, cuando se percató de que unos
extraños merodeaban por la casa. En aquel momento, Jedrek había desenvainado
rápidamente su espada y se dirigió con premura hacia la parte trasera de la
vivienda. Y cuando había llegado allí, vio que en medio de los árboles que
rodeaban el lugar aparecieron dos personas, quienes en realidad eran
soldados. Así que, con una mirada seria, Jedrek les había preguntado quiénes
eran, pero ellos no dieron ninguna respuesta. Aunque segundos después, uno
de los soldados se comunicó con alguien por medio de un dispositivo que
tenía en la muñeca izquierda. Él había dicho: «Lo tenemos enfrente de
nosotros, capitán». Y cuando escuchó eso, Jedrek supo que eran
enemigos.
Mientras Jedrek permanecía en silencio, Gharel dijo: «¿Abuelito...?».
—Por la vestimenta que tienen, supongo que deben ser soldados desertores
del país de Suktu.
—¿Suktu...?
—Escucha, Gharel. Estos tipos no son Kamayuk, pero poseen una tecnología muy avanzada, capaz de lastimarnos
fácilmente. Así que permanece detrás de mí. Yo me encargaré de
ellos.
Gharel se quedó en silencio y, a la misma vez, se sintió aliviado al
saber que su abuelito estaba bien y que seguía mostrando la fortaleza de
siempre.
En ese momento, Jedrek movió su espada hacia la derecha, en señal de que
se preparaba para atacar.
Al mismo tiempo, los dos soldados activaron un campo electromagnético
alrededor del lugar. Para poder hacerlo, ellos presionaron la parte del
medio del chaleco que estaban usando, que, por cierto, era de color negro,
y su finalidad era protegerlos de cualquier ataque. También tenía
incorporado diversos dispositivos que les permitían usar armas de defensa.
El campo electromagnético era uno de ellos. Y con respecto a las armas que
estaban usando, tenían un cañón laser incorporado en el brazo derecho y en
el izquierdo un guante especial que les llegaba hasta el codo, el cual
cambiaba de forma según el ataque que hicieran, ya que podía convertirse
en distintas armas, como una espada o incluso en un disparador de fuego de
alta potencia.
En un movimiento rápido, Jedrek dio un gran salto, manteniendo la misma
posición de la espada, para después agitarla con gran fuerza hacia abajo,
lo cual generó una enorme ráfaga de viento que impactó en los dos soldados
como si fuera el disparo de un enorme cañón de aire.
Y en el momento que Jedrek descendió, se percató que su ataque no tuvo
ningún efecto, ya que fue rechazado gracias al campo electromagnético que
rodeaba a los dos soldados. Sin embargo, él ya sabía que algo así iba a
suceder, puesto que su objetivo era crear una abertura mediante el polvo que
se había levantado para que pudiera aprovechar su gran velocidad y hacer un
ataque de mayor potencia.
De esta forma, y en menos de un segundo, Jedrek inhaló fuertemente y movió
su espada hacia su izquierda, preparándose para lanzar su segundo ataque.
Todo sucedió tan rápido, que ni siquiera los soldados se percataron que iban
a ser atacados por segunda vez. Sin embargo, en ese instante ocurrió el
mayor temor que Gharel tenía desde el inicio de la pelea: el mal estado de
salud de Jedrek comenzaba a notarse, ya que repentinamente empezó a toser
fuertemente, hasta el punto de escupir sangre, lo cual provocó que caiga de
rodillas.
—¡¡¡Abuelitooo!!! —exclamó a medida que se acercaba rápidamente.
Mientras con su mano izquierda se tapaba la boca y con la derecha
presionaba con fuerza su pecho, Jedrek volvió a toser fuertemente.
—¡Abuelito, deja que te ayude! —dijo al mismo tiempo que ponía su mano
izquierda sobre el hombro de Jedrek—. ¿Has tomado tus pastillas?
Jedrek tosió levemente.
—Iba a hacerlo, pero... en ese momento aparecieron esos dos tipos.
Gharel miró fijamente hacia los dos soldados y pensó: «¡Maldición, sucedió
justo lo que temía! En ese estado, mi abuelito no podrá seguir peleando. Si
esto continúa así, entonces...».
En ese instante, y de forma repentina, se oyó una voz que provenía desde la
parte de atrás de los dos soldados.
«¿Eh? ¿Quién es?», pensó Gharel.
Desde los árboles apareció alguien, quien, mientras caminaba, dijo: «Vaya,
vaya. Así que los rumores eran ciertos. El gran y poderoso Jedrek Nowak está
muriendo».
En el momento que aquella persona terminó de decir eso, se puso delante de
los dos soldados y con una sonrisa dijo: «Ni siquiera tú eres capaz de superar esa terrible enfermedad que
padeces».
A medida que pasaban los segundos, las pupilas de Gharel comenzaron a
dilatarse debido al gran asombro que tenía, el cual iba aumentando más y
más, hasta el punto de no poder hablar. Él no podía creer lo que estaba viendo, ya que, después de todo, conocía a
aquella persona.
—No... no puede ser... ¿Por qué usted está aquí...,
señor Katari...?
A partir de ese momento, comenzó la cuenta regresiva para Gharel.
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Gharel la leyenda de un guerrero